jueves, 8 de enero de 2009

SIMBOLO DULCE


El cuervo, de plumaje negro y brillante, es uno de los mayores paseriformes, es decir, uno de los mayores “pajarillos”. Su fuerte pico se corresponde con su voraz alimentación omnívora, dentro de la cual se encuentran la carroña y, en mucha menor medida, las pequeñas presas. Su graznido es seco y monótono. Le gusta vivir a considerable altitud, entre montañas y acantilados, si bien el hambre puede hacerle descender a las llanuras. Es muy poco sociable, y normalmente fiel a su pareja hasta que ésta muere. Experimentado volador, realiza sus mayores acrobacias durante el vuelo nupcial. Cada pareja ocupa un amplio territorio, manteniéndose en el mismo largo tiempo. En otras ocasiones opta por integrarse en nutridas bandadas. En su voluminoso nido, instalado en algún peñasco, la hembra pone de 4 a 6 huevos. La edad del cuervo se prolonga de forma extraña en comparación con otras aves, pudiendo alcanzar hasta los 69 años.

El simbolismo de la luna es muy complejo y amplio. En general representa el poder femenino, la Diosa Madre, la reina del cielo y la protección. No obstante también tiene otros significados como por ejemplo el lado oscuro y el aspecto invisible de la naturaleza; el aspecto espiritual de la luz en la oscuridad; el conocimiento interior; lo irracional, intuitivo y subjetivo. Es el ojo de la noche, el que ve todo lo que sucede en una etapa del día considerada prohibida. Tiene un papel regulador de las mareas, lluvias, aguas, inundaciones y estaciones por lo que se convierte en la mediadora entre el cielo y la tierra.

por otra parte, el árbol permitía establecer una comunicación con los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces que no dejaban de hurgar en las profundidades que recorrían en la continua necesidad de encontrar agua; la de la superficie de la tierra, por medio de su tronco y sus ramas; y las alturas, a través de la copa y las ramas superiores, siempre reunidos la totalidad de los elementos: el agua que fluía en su interior, la tierra que se integraba en su cuerpo por las raíces, el aire que alimentaba las hojas y el fuego que surgía de su fricción.

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